Después de la Segunda Guerra Mundial sucedieron una serie de revoluciones políticas, económicas, culturales y sociales que estructuraron el mundo hasta nuestros días, en este siglo XXI. Sobre todo influyeron la nuevas políticas del sistema capitalista, que después de haber afrontado los gastos de la guerra, se preparaba para sacar adelante a las economías de Europa, y fortalecer y consolidar a los EEUU como la mayor potencia económica en el mundo. Así, todo pasó a ser controlado a través del dólar estadounidense. Y apareció una novedosa innovación en el sistema para incrementar las ventas: el mercado global. A este nuevo período, después del fin de la guerra en 1945, se le llamó: Los Años Dorados.

Gracias a las políticas estatales que permitían al gobierno intervenir en las economías empresariales, la época de oro logró su auge y su inexplicable salto en el sistema capitalista. Una época de libre comercio, de libertad en los movimientos del capital y de una estabilidad en las tazas financieras. Todo parecía encontrar nuevas formas para crear el progreso y el clima de prosperidad. Los tiempos mejoraron de forma notable, y sobre todo si se recordaban los tiempos anteriores a la Segunda Guerra, tiempos de los treintas, que dejaron historias de hambre y desempleo. Para todos los países de Occidente, y Japón: la potencia del Pacífico Asiático que era reconstruida a ritmos semejantes a las capitales de Europa y los EEUU, su objetivo era salir de las crisis y llegar al nuevo pleno empleo. Lo intentaban a través del modelo macroeconómico que John M. Keynes había propuesto antes de la guerra y que había logrado poner fin al periodo de la Gran Depresión en los EEUU.

Hubo un aumento exagerado de la población, gracias al aumento de la producción de bienes de consumo y alimentos que el sistema económico producía para abastecer al mercado global. Este sistema de producción se planteaba como objetivo llegar a todas las poblaciones del mundo. Los grandes países desarrollados lograron mecanizar la agricultura y su capacidad productiva se incrementó a tal grado que abastecían a su población y el excedente era tal, que no sabían qué hacer con él. Para solucionarlo, lo vendían por debajo del precio del mercado a los países más pobres.

Todo el sistema económico crecía a un ritmo nunca antes visto, el comercio mundial aumentó como nunca antes. Y aparecieron también los primeros indicios de las consecuencias, con el deterioro ambiental y la contaminación debido al exceso uso de combustibles, para que la industria pudiera abastecer a la inmensa demanda del mercado global. Las demandas de petróleo y sus derivados se incrementaron también en la vida cotidiana de los ciudadanos de todo el mundo, principalmente por el uso del automóvil, que se consolidó como el mayor medio de transporte, y por el modelo de  producción en masa de Henry Ford, que se expandió también a otras industrias además de la automotriz.

Gracias estas nuevas capacidades económicas y formas de producción, muchos trataron de inmolar la situación de los EEUU, que pasaron a ser el ejemplo a seguir en cuestiones no sólo políticas y económicas sino también culturales. El gigante norteamericano controlaba el nuevo mercado que se había creado, abastecía a las masas y, por lo tanto, todo se producía con características semejantes para tratar de hacer equitativas las demandas de bienes de consumo de la población.

Se crearon nuevos mercados para los inventos e innovaciones tecnológicas que eran impulsadas por el mayor desarrollo de la industria en la historia. No sólo se mejoraron las grandes máquinas herramientas de las fábricas, también llegaron hasta los hogares y cambiaron la vida cotidiana de las sociedades. Por ejemplo, el refrigerador, la televisión, la lavadora, el radio, la cámara fotográfica, los reproductores de música, etc. Los cuales, en tanto que aparecían como una de las nuevas demandas sociales, se consolidaban como nuevas industrias disqueras, cinematográficas o televisivas.

Sin embargo, las innovaciones en la tecnología tuvieron consecuencias porque, paulatinamente, comenzaron a desplazar la mano de obra de los obreros. Las grandes empresas lograban llevar a cabo la producción entera cada vez con menor cantidad de empleados. El sistema se limitaba a utilizar a los individuos sólo como objetos de consumo de la producción, y lo lograba. En parte porque los salarios aumentaron, y por lo tanto su poder adquisitivo también se acrecentó. Los salarios aumentaban al ritmo de la inflación y los trabajadores gozaban de salarios que le permitían viajar por el mundo, porque gracias a la globalización e internacionalización de la economía también aumentó el turismo.

La economía se consolidó de tal manera que aparecieron inéditas formas laborares regidas por la nueva división internacional del trabajo, que surgió gracias a que los grandes países capitalistas comerciaban con todo el mundo, y cuyos términos comerciales les favorecían en su mayoría a ellos. Esto provocó que las grandes acumulaciones de capital se concentraran y que el crecimiento se diera sólo en los grandes países: Canadá, EEUU., Japón, Francia, La República Federal Alemana, Italia y Gran Bretaña.

En los EEUU se rechazó el antiguo liberalismo democrático de tiempos de antes de la Guerra y en cambio se optó, siguiendo las políticas de Frank D. Roosevelt del New Deal, por un Estado interventor que regulara en cierta medida las finanzas y la economía a través de un sistema planificador, se reflejó como una economía mixta. Ésta se planteaba la pretensión de lograr la expansión mundial del comercio, el pleno empleo mundial y una modernización e industrialización de todas las naciones

La época de los Años Dorados encontró también un impulso gracias a la guerra que enfrentaba a las dos potencias denominadas triunfantes en la Segunda Guerra: la URSS y los EEUU. La forma en que sucedió la recuperación de los países después de la guerra se debió, en medida, a que estos gigantes buscaban consolidarse como superpotencia y lograr tomar poder por encima del otro, en caso de una guerra próxima. Además, debido a la incertidumbre de los tiempos posteriores a la guerra, se adaptaron nuevas teorías postestructuralistas o postmodernas, entre ellas, políticas económicas que terminaron por consolidar al capitalismo y a los EEUU por encima del socialismo soviético de la URSS.

Todas las medidas económicas repercutieron en la sociedad de tal forma que en estos tiempos se presenció una importante revolución de la sociedad y sus individuos. Sobre todo por las diferencias entre las generaciones que habían nacido antes de la guerra y las que ahora vivían las décadas de los sesentas y setentas. Todo parecía haber cambiado. Se olvidaron y dejaron atrás prácticas sociales como la necesidad de reuniones para escuchar la radio o ver la televisión, y también se dio una migración de todo el campo a las grandes ciudades industriales.  No sólo dentro de los territorios de los mismos países, hubo importantes movimientos migratorios de carácter internacional. Sin embargo, y a pesar de que el sistema obligaba a los campesinos a dejar el campo y que cada vez aparecían nuevas ciudades que sólo existían por ser zonas de producción industrial, los gobiernos no realizaron medidas para aceptar y recibir a los migrantes.

La mayor consecuencia fue la muerte del campesinado, que despareció gracias a la mecanización  de la agricultura y la proliferación de las grandes urbes industriales donde encontraban puestos de trabajo. Sobre todo, su desaparición se dio en los territorios europeos. Incluso sólo en África, sureste asiático y China, fue donde los campesinos continuaron siendo mayoría en la población. En última instancia las consecuencias fueron producto del desplazamiento de mano de obra que las nuevas técnicas de la producción agrícola provocaron. La mano de obra desplazada emigró hacia las grandes ciudades, algunas de las cuales sólo se consolidaron como centros de producción industrial.

Esto generó una centralización de la población y una densidad demográfica muy desigual entre las ciudades y el campo, que convirtió a las grandes ciudades en los centro mundiales. Ahí, en las nuevas grandes ciudades, como la Ciudad de México, Seúl, Hong Kong o Shangai, se desarrollaron innovaciones tecnológicas destinadas a fines urbanos. Se crearon transportes de uso colectivo como autobuses y el metro, sobre todo con el motivo de poder transportar diariamente a sus más de veinte millones de ciudadanos.

Aumentaron considerablemente el número de jóvenes universitarios. Sobre todo, si los números se contemplan en comparación con los previos a la guerra, cuando las potencias europeas, entre todas, sumaban sólo 150 mil universitarios. Estos nuevos jóvenes universitarios se consolidaron como una generación que vendría a ser objeto de interés y acción política y económica, debido a su influencia en la sociedad y la radical revolución cultural que provocó después de los movimientos sociales de 1968.

BIBLIOGRAFÍA: Hobsbawm, Eric, Historia del Siglo XX, Buenos Aires, Editorial Crítica, 1998.

 Diego Puig