Carlos Pereyra dice que los Cuadernos de la cárcel, de Antonio Gramsci no deben ser vistos como un cuerpo teórico muy estructurado, sino como las notas de un militante comunista encarcelado. Tienen formas semiaforísticas y se hicieron con el objetivo de llegar a tener un desarrollo sistemático.

Para Gramsci el problema de la transformación social es un problema que necesariamente responde a la política. No se preocupó tanto por los análisis de los mecanismos económicos de la sociedad capitalista, sino por el análisis de las instituciones superestructurales, porque las formas burguesas permean toda la realidad social. A diferencia de quienes le precedieron, Gramsci rompió con la idea de ver a la revolución de octubre como un modelo a reproducir. Porque se dio cuenta de las diferencias fundamentales entre la sociedad de rusa de 1917 y las sociedades de Europa Occidental, que contaban con un régimen desenvuelto según las estructuras propias de la sociedad burguesa. Gramsci asumió la problemática de un capitalismo desarrollado y maduro, en sociedades con un sistema político más complejo, y así pasó a enriquecer la teoría de la ciencia política.

Marx, en la Ideología Alemana, dijo que al Estado hay que buscarlo en la sociedad civil, en las relaciones económicas. En Marx el concepto de sociedad civil alude a las condiciones materiales de vida, a una forma de intercambio, a una estructura socioeconómica. La sociedad civil es resultado del proceso real de producción y es el fundamento de toda la historia. En Gramsci, por su parte, el concepto adquiere otra connotación. Alude a un complejo institucional donde se organiza el enfrentamiento ideológico y político de las clases sociales. Es un complejo institucional que se encuentra en la superestructura y remite a organismos a través de los cuales los miembros de la sociedad civil se integran en la actividad política y el debate ideológico. Estos organismos son los partidos políticos, los sindicatos, los medios de comunicación (o difusión), las religiones, las empresas, las escuelas y colegios. Para Gramsci, en la sociedad civil predominan organismos de carácter privado y no tanto de carácter público.

Encontrar a la sociedad civil en el plano de la superestructura lleva a vislumbrar una distinción al interior de éste. Por un lado se encuentra la sociedad política, que bien pudiera definirse como el Estado; por el otro la sociedad civil, que son los organismos e instituciones de carácter privado.

Para Pereyra es un error teórico con origen en la práctica la distinción rígida entre sociedad política y sociedad civil. Es un error que se hace para justificar la no intervención del Estado en la economía, porque éste ya es parte de la sociedad civil. Desde el enfoque liberal, se aboga por un Estado tutelar del orden público cuya principal tarea es apegarse estrictamente a la ley. Esto, sin embargo, es una forma de doble cinismo –al menos para Pereyra. Por un lado, niegan la participación del Estado en lo económico, pero no pueden prescindir del aparato represivo para hacer valer un régimen de producción específico. El Estado y la sociedad civil no pueden ni deben concebirse como separados, con un funcionamiento exterior, o uno sin la otra. Pereyra dice que en la realidad efectiva, la sociedad civil y el Estado se identifican. El Estado, además del aparato de gobierno y de los cuerpos de la violencia legítima, es también la sociedad civil. Gramsci lo que hizo fue una doble delimitación del Estado, entendiéndolo no sólo como el aparato gubernamental, también como la sociedad civil. Por eso se habla de Estado ampliado en Gramsci, porque diluyó las fronteras del aparato estatal y pensó al gobierno como parte de éste.

Asimismo, Pereyra aporta valiosos elementos para comprender las actividades superestructurales. Como ya se mencionó brevemente, las actividades superestructurales aluden a instituciones ideológicas y políticas de la sociedad civil, que son abiertas a la lucha de clases. Esto, por un lado, lleva a pensar que la lucha de clases está dispersa, diseminada en lo social. Y, por el otro, lleva a tener una concepción del Estado como el aglutinador del conjunto de actividades superestructurales. El Estado como la totalidad la vida social; como un ente integral que da cabida a la sociedad política y a la sociedad civil. Sin embargo, en un nivel analítico, haciendo una distinción de segundo grado, se puede entender la relación entre sociedad política y sociedad civil. Pereyra dice que no deben pensarse por separado y que no hay dicotomía formal entre ambas (entre sociedad civil y el Estado); la distinción no es rígida y más bien es funcional. Así, puede entenderse que, por un lado, las instituciones operen como aparatos de Estado; y que, por otro, los aparatos del Estado puedan pasar a ser elementos de la sociedad civil. De donde se sigue que, tratándose de una sociedad burguesa, es necesario estudiar la presencia y el fortalecimiento de los aparatos estatales en la vida civil.

Pereyra dice que Gramsci se preguntó: ¿Dónde se ejercen las dos funciones de dominación y dirección hegemónica? ¿Cuál es, si la hay, la sede de la hegemonía? El Estado, por su parte, se encarga de dominar y coercionar. Pero la hegemonía dirige y refleja la sociedad civil. De donde se desprende que la dominación de clase es resultado de la imbricación entre coerción y hegemonía. Sin embargo, esto no debe pensarse como una teoría o una concepción dualista sobre el poder en la sociedad burguesa. La relación no es dicotómica, no hay por un lado una dirección hegemónica y por el otro un aparato estatal coercitivo. Pereyra incluso dice que no hay una separación orgánica entre consenso y fuerza. No hay tampoco una preponderancia de la sociedad civil sobre el Estado, es decir no es éste el único lugar donde se encuentre la hegemonía. Ésta se encuentra diseminada en la sociedad civil. Y, por tanto, el Estado puede ser entendido como un aparato de hegemonía. El Estado es un aparato represivo y, a la vez, un generador de consenso y una fuente de hegemonía.

En la sociedad civil opera entonces una hegemonía política. Esta última es ejercida por el aparato estatal y en la sociedad civil se entiende como una dirección. Pereyra dice que desde aquí se puede cuestionar la idea del Estado como el monopolio legítimo de la fuerza. Porque en tanto la coerción no es la única forma de dominación y, además, el Estado tiene que compartir la coerción con otros organismos que son instrumentos de dominio, el monopolio legítimo más bien se logra a través de un consenso y de una coerción. Con Pereyra se puede decir entonces que la definición de Weber no es suficiente para el marxismo. Porque hay otros grupos de fuerza coercitiva al interior de la sociedad. Y dice Pereyra que, aunque éstos no sean reconocidos jurídicamente, no significa que no sean reales.

Por otra parte, Gramsci indagó en la cuestión de la revolución y la transformación social. Para él, la transformación es necesariamente política y es una cuestión de masas. Entendió la conquista proletaria del poder como una conquista de posiciones. Habló de dirigir la lucha antes de conquistar el gobierno. Es una lucha que se hace, en primera instancia, por una contra hegemonía (vs. la hegemonía burguesa), pero también para dar cabida, desde la clase obrera, a otros grupos subalternos que tienen intereses y consignas compartidas con el proletariado. La dominación de clase, para Gramsci, es también una dominación cultural que controla a la sociedad civil. Por eso, en su carácter de militante comunista, pugnó por universalizar la acción política obrera, llevando a cabo una lucha desde todas las instituciones en las que se encuentra diseminado el poder burgués. Una lucha obrera por la hegemonía en la sociedad civil capitalista. Pereyra dice que la pregunta de Gramsci fue por comprender cómo se expresa la dominación en otras instituciones civiles, como la Iglesia, la literatura, la filosofía o el folklore.

Asimismo, Gramsci pensó que el cambio social se gesta en la sociedad civil, en y desde sus instituciones. Si la función del Estado es ejercer la dominación de clase, debe de apoyarse en la estructura y en el aparato estatal, pero también en diversos mecanismos de la dominación. El Estado se encarga de garantizar la reproducción de las relaciones sociales establecidas. Las ejerce a través de una dirección hegemónica, de la obtención de consenso. La hegemonía de un grupo, de una clase social, es ejercida a través de organizaciones privadas a toda la sociedad de un país. De donde se sigue que, tratándose de una dominación burguesa, el Estado es capitalista no por sus relaciones con el modo de producción, sino también por sus características estructurales. En las sociedades burguesas la lógica del proceso capitalista ha encontrado expresión en todas las actividades sociales y ha ejercido una presión determinante en el desarrollo de las mismas.

Diego Puig

BIBLIOGRAFÍA:

Carlos Pereyra, “Gramsci: Estado y sociedad civil” en Cuadernos Políticos, núm. 21, ERA, México, pp. 66-74.