Whether we call it life or spirit, truth or reality,

this, the essential thing, has moved off, or on,

and refuses to be contained any longer in such

ill-fitting vestments as we provide.

The Common Reader, Modern Fiction, Virginia Woolf

Diciembre es un mes lleno de alegría, no solo por los días de fiesta, comida y bebida sino porque hay días de descanso en el calendario laboral. Cuando tus días de vacaciones están contados, estos días gratuitos caen como una bendición.

Desgraciadamente no había mucho que hacer excepto los preparativos para las noches especiales y dormir hasta tarde por la desvelada. En mi caso no se dieron ninguna de las dos. Así que pude hacer lo que muchas veces no consigo: escuchar a la Chloé que vive en mi corazón/alma/espíritu. Resulta que en ella estaban partes de la novela de Virginia Woolf, Mrs. Dalloway. Me entristeció que terminara tan rápido de leerla, pero no sé qué esperaba si sólo es el relato de un día de una mujer inglesa a principios del siglo XX… y al mismo tiempo es normal que esperara más.

Y lo que gané en estos días libres fue tiempo, cosa que poco después se convirtió en la necesidad de decir las cosas que pasaban en mi interior aunque no tuviera la pluma ni la lengua para hacerlo. Pude pensar en el pasado, en mi presente y en el futuro. Consideré por un momento la atroz monotonía que regía mi vida y a la vez lo excitante que es. El carrusel de emociones por el que paso cada día al escuchar los pájaros cantar, caminando sin prestar atención a la ruta, cuando tengo hambre y sigo trabajando, cuando me doy cuenta que quiero o que detesto a alguien, cuando respiro y todo me parece nuevo e igual.

Autores como Virginia siempre terminan acercándome a mí misma, obligándome a replantear casi todas las cosas que me hacen ser quien soy. Ella nos guía a través del día de Clarissa Dalloway, quien revive toda su vida en un día al querer hacer una fiesta, en la que todas las personas que han tenido un papel en el crecimiento de su espíritu asistirían.

Y la novela juega con la trivialidad de las fiestas de etiqueta, con las expectativas del amor de pareja y la muerte como evasión de la misma sociedad. Por un lado el mundo construido por los hombres y por otro un mundo más abstracto de lleno de ideas a las que no tenemos acceso real. El mundo del hombre es eternamente cíclico, tiene un principio y un fin y las cosas que en él se construyen siguen el mismo curso. La esfera de lo público, lo que se exhibe ante los demás, parece reducirse en la novela a las reglas implícitas en la sociedad. La fiesta de Clarissa muestra ese lado formal, el requisito a cubrir para seguir formando parte de una comunidad o de un estrato social. El grado de importancia que le otorga al evento sorprende un poco cuando pensamos que la segunda Guerra Mundial acababa de pasar y los conflictos en Asia, África y otras partes del mundo afectaban a sus compatriotas e incluso gente cercana a ella. También cabe decir que su marido ocupa un lugar importante en la corte de la corona y atiende conflictos entre Gran Bretaña y países alrededor del mundo con los que tenía ya sea un conflicto bélico o intereses económicos. Clarissa parece no inmutarse de esta clase de situaciones.

A lo largo del día lucha por deshacerse de los pensamientos que la hacen reconsiderar la relevancia de hacer esa fiesta y conocemos sus impresiones sobre cada cosa que le sucede previo al evento. Entretanto, Woolf nos presenta a sus amigos: Peter Walsh, que se había enamorado de Clarissa, nos hace saber el efecto que ella siempre tuvo en él, como la contempla en el presente y en qué modo su alma sigue atada a ella. Con estas introspecciones a las vidas de los personajes, relacionadas directa o indirectamente a la fiesta, esta se vuelve menos superflua, pero Dalloway no lo sabe. Ignora el peso del evento que está a punto de acontecer; los personajes importantes que asisten pasan a segundo plano porque eso no importa. El peso emocional y existencial que tiene sobre Clarissa y sus amigos el evento es algo que ella no puede reflexionar ni contemplar, ya que no puede ser organizadora y a la vez contemplar el valor espiritual del mismo, tomando en cuenta toda su complejidad.

No me gusta contar los libros; prefiero que los lean y por eso no les diré bien a bien qué pasa en la mente de cada personaje. Lo que sí deben saber es que la forma de viajar entre relatos es magnífica. Woolf me mostró un poco de la vida al pasearme de mente en mente. El dinamismo que la fiesta impone a cada una de las personas es lo más bello de la novela.

El amor y la amistad tienen un papel central en la historia, pero Clarissa no lo sabe y quizá eso es lo mejor de todo, porque si empezara a reflexionar como lo hacen sus amigos podría dejar de organizar eventos y el mundo que construye desaparecería. No es hasta el día de la fiesta misma que tiene la oportunidad de sentir el impacto que tiene el volver a ver y saber de sus viejos amigos. Revive todo lo que es y lo que pudo haber sido, todo eso gracias al juego que ella misma ha creado. Y quizá nunca se lo había planteado antes, ya que su mente siempre estuvo más en la mundano y menos en lo eterno. El ciclo repetitivo de poner mesas, acomodar lugares, pensar en la comida y en la bebida, mandar invitaciones, es para ella todo lo que necesita de la vida misma. Y por otro lado su mundo, aparentemente superficial, necesita de su mundanidad, su terrenalidad y aceptación de los ciclos de nuestro mundo, de manera que los menos mundanos y más pensativos tengamos un mundo que gozar.

Las novelas modernas como esta, siguiendo las ideas de Woolf[1], muestran un método diferente de comunicar la vida. La manera en la que los personajes viajan en sus pensamientos, la perspectiva que tienen de sí mismos y la carencia de un tiempo real desafían a la novela tradicional; nos muestran algo que estas en su perfección no logran exhibir, ya que intentan atrapar lo que no puede contenerse– cosa que Woolf, entre otros novelistas modernos, no pretende hacer.

Pienso que Mrs. Dalloway no solo es una crítica a la mundanidad de mujeres como Clarissa, centradas en su universo y aparentemente incapaces de ver más allá de sus intereses. Considero que muestra a su vez el papel que juegan estas personas en la vida de todos los que las rodean. No reflexiona a fondo lo que implica o no hacer una fiesta, simplemente la hace porque es una forma de ser parte de la sociedad y de integrarse en cierto modo al espacio público. El modo en el que está contado su día deja ver ese dinamismo y en cierto modo hacerse de una imagen de la vida. Me gusta lo incontenible, lo que no dice y lo que se escapa de todo cálculo y estudio en la narración de Woolf.

Chloé Nava



[1] The Common Reader, Modern Fiction