Es lo que Isailović disfrutaba más.

La sensación de la omnipotencia.

Y el hecho de que el control remoto Samsung

se acoplara con tanta naturalidad a su mano.

Goran Petrović

 

¿Televisión?

En el momento que vivimos, en el cual pasamos de un teléfono inteligente, a una tablet, a una computadora portátil para revisar prácticamente las mismas plataformas con una pequeña diferencia en el tamaño y respuestas de las pantallas de cada uno, parecería obsoleto hablar de la televisión, sin embargo, quiero volver a ese momento para desde ahí plantear cómo la experiencia de la televisión permitió que lo que ahora vivimos no nos parezca en absoluto extraño, y más bien, lo adoptemos como una obviedad de la vida moderna.

Entre las décadas de los cincuenta y sesenta las televisiones empezaron a llegar a los hogares y algunos años después la televisión a color apareció. Pero habría de pasar algún tiempo más para que hubiera compañías para contratar televisión de paga y desde aquí es de donde me interesa hacer la reflexión, más concretamente, desde el momento en que existe el control remoto. Qué sucede con un cuerpo que no solamente está recibiendo información audiovisual muy superior a la de la realidad, sino que encima de eso no mueve su cuerpo para tomar decisiones en cuanto a lo que está viendo. Paul Virilio (París. 1932-) escribe en La Velocidad de la Liberación acerca del fenómeno de la electroóptica, en el cual las facultadores perceptivas del cuerpo son transferidas a máquinas, captores y sensores capaces de suplir la falta de tactilidad a distancia.

 

Tiempo

El ser humano poco a poco va dejando de hacerse responsable de su cuerpo (¿y su conciencia, opiniones, gustos, sentido del humor, deseos…?) para darle esta responsabilidad a una serie de aparatos tecnológicos que lo hagan más rápido que él. La percepción del tiempo es sin duda, una de las que más se ven modificadas en las experiencias con la electroóptica, la velocidad es un tema esencial del que hay que hablar cuando se habla de tele a control remoto.

Por eso es muy comprensible que en el último relato del libro Diferencias de Goran Petrović (Kraljevo, Serbia. 1961-) aparezca un hombre a quien se le descompone el sistema de cable y en el intento por tomar un libro para leer, este le parezca absolutamente inerte y lento. Si la televisión nos ofrece 24 cuadros por segundo y un alto estímulo auditivo, será toda una hazaña tomar un libro y leer cada una de sus páginas a la velocidad del ojo humano:

Tomó de manera por completo mecánica uno de los pocos libros de la repisa, una colección de cuentos, lo abrió al azar y lo cerró casi al instante. Se había desacostumbrado también a la lectura. Los libros son tan lentos, necesitan tanto tiempo para introducir a uno en la trama. Los libros son tan falsos, repletos de exageraciones, abundan en palabras que no se usan en el habla cotidiana. Los libros están tan alejados de la realidad. (Petrović 160)

 

Luz

Si a algo nos acostumbra la televisión es a recibir una cantidad de información audiovisual que, al momento de no recibirla, da la impresión de que en realidad aquello que no emite luz propia es algo absolutamente aburrido e innecesario. (¿Cuántas imágenes nos muestran la sala de una casa iluminada solamente por la luz que emite la televisión, qué aspecto adquiere el rostro humano al recibir esas luces de forma intermitente?)

Ese pequeño mundo que el televidente domina con su control remoto resulta muchas veces mucho más interesante y habitable que el mundo real. Pero este mundo puede llegar a resultar tan cómodo que el espectador acabe en un estado pseudo-catatónico en donde solamente la pantalla de la televisión sea un estímulo y todo lo demás sólo sean momentos y lugares para rellenar el día. ¿El tiempo televisivo absorbe el tiempo real del organismo,  prevalece la experiencia electroóptica sobre la biológica?

La desesperante pregunta se refería a él mismo. ¡¿Qué iba a hacer ahora sin la televisión?! No sabía llenar el tiempo de otra manera. Se iba a su trabajo, hacía todo lo que era necesario para la vida de un soltero, y el resto del día y el fin de semana lo pasaba frente a la pantalla. El cálculo era claro e igual durante años (…)” (Petrović 158)

 

Cuerpo presente

¿La experiencia humana sería entonces ese engrane para unir el instante presente con el tiempo desdoblado que produce la televisión? El ser humano no ha logrado trascender el presente, se cree que es lo único que no llegamos a conocer nunca, pero prueba de lo contrario es el cuerpo, en especial el dolor, un dolor de panza o un dolor de cabeza te arrojan abruptamente al presente del cuerpo, lo mismo sucede con el placer. Las más elementales funciones, ventilar, bombear sangre y todas las funciones celulares que no se detienen nos recuerdan, en una manera muy inaprensible, que el cuerpo es presente aunque no se quiera, y es presente mientras este sea un cuerpo vivo o en su defecto, enfermo. “Recordemos, de paso, que no hay una verdadera presencia en el Mundo –en el mundo propio de la experiencia sensible- sino por mediación del egocentrismo de un presente-viviente, esto es, por la existencia de un cuerpo propio viviente aquí y ahora.” (Virilio 57)

Virilio recurre a Merleau-Ponty para recordarnos que, efectivamente antes que nada somos un organismo, y es a partir de esta obviedad, que por obviedad resulta casi siempre olvidada, que cualquier otra experiencia se vuelve posible. Somos capaces de imaginar el pasado o el futuro en tanto estamos en el instante presente: “El cuerpo propio está en el mundo como el corazón en el organismo: mantinene continuamente vivo el espectáculo visible, lo anima, lo alimenta y forma con él un sistema”. (Virilio 45)

Descomposición, desdoblamiento

Es ahora cuando el cuerpo se ve obligado a descomponerse. La experiencia espacio temporal se divide en dos, aquella en la que el cuerpo está viendo la televisión y ese pequeño mundo que la televisión representa, esas vivencias que, a manera del estadío del espejo, vivimos en un intersticio entre la primera persona y la tercera persona. Aquello que vemos en la televisión nos afecta hasta las lágrimas, pero no somos nosotros quienes estamos siendo asesinados en un campo de concentración.

¿Será que sólo es posible mostrar esto en la televisión porque efectivamente es tan ajeno a al realidad que el usuario puede sencillamente separar aquello que ve en la televisión de aquello que se le presenta en la vida real? O como diría Karl Krauss, aquello que aparece en un primer momento en la prensa, después se manifiesta en la realidad, (Pensemos un momento en House of Cards) o desde la industria cultural propuesta por Adorno, ¿Qué fue antes, la chick flick o el noviazgo perfecto?:

“Sí, el comienzo o el final, y todo quedaba claro, sobre todo cuando se trataba de películas de amor. Éstas lo proveían de ideas para las citas con aquella dama soltera. Le gustaba iniciar o terminar esos encuentros semanales de los viernes como en las películas. De ellas retomaba las situaciones…”(Petrović 163) (¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? El huevo, claro…)

 

Extremidades virtuales

La televisión permite que dos instancias se unan y se modifiquen radicalmente: el tiempo y la visión, y con ellas cualquier representación de uno mismo y de la realidad se verá reestructurada, paulatinamente hemos de enfrentarnos a información que hace replantearnos tanto nuestra vida como la construcción de nuestro yo, ya no sólo desde el cuerpo sino de esas extremidades virtuales que comienzan con el control remoto y actualmente son teléfonos inteligentes: “Se lo quiera o no, hay ahora, para cada uno de nosotros, desdoblamiento de la representación del Mundo y, por tanto, de su realidad. Desdoblamiento entre actividad e interactividad, presencia y telepresencia, existencia y teleexistencia.” (Virilio 64)

El planeta tierra cabe en una pantalla de treinta y dos pulgadas, la segunda guerra mundial se condensa a un fenómeno de dos horas, y si eso pasa con el planeta y la guerra, qué está pasando con nosotros al sentarnos frente a la televisión, “miniaturizar el mundo” dice Virilio: “Por otra parte, el proyecto de esta próxima revolución de los trasplantes es claro; se trata ahora de miniaturizar el mundo, después de haber reducido y miniaturizado los componentes, los objetos técnicos que contenía desde el desarrollo de la industria.”

(Virilio 75) Pero ¿Qué está en juego en esa miniaturización? No son simplemente los beneficios médicos de robots miniatura que sanen cualquier órgano que pudiera llegar a enfermarse, es el tiempo y el espacio reducido a una dimensión que nos da la ilusión de poder poseer lo inaprensible, de tener aquello que nunca ha sido ni será nuestro, de controlar algo que en última instancia, nadie está controlando.

… Incluso podía desatender las  guerras y las firmas de los acuerdos de paz, volver la cabeza con indiferencia ante las catástrofes climáticas y viales, o ante miles de víctimas, hacer caso omiso de los descubrimientos de cuerpos celestes enteros, de nuevos cometas, estrellas y galaxias… Ni el querido Dios podía eliminar y establecer las cosas con tanta velocidad… Ni el querido Dios, apuntando durante siglos su índice desde las nubes, podía ordenar el mundo con tanta velocidad como él con una sola presión de su pulgar. (Petrović 162)

 

Industrialización: tiempo y visión

La televisión nos permite pensar el mundo de forma comprimida, modifica nuestras experiencias temporales, pero hasta dónde seguimos siendo dueños de nuestro tiempo interior, ¿Cada vez que decidimos ver una película o un programa de televisión estamos permitiendo que ese tiempo se vea igualmente industrializado? ¿En ese caso ya no sería sólo renunciar a una visión personal sino a una experiencia temporal personal? “Si hasta hace poco había un artesanado de la visión, un “arte de ver”, nos encontramos hoy en presencia de una “empresa de las apariencias sensibles” que bien podría ser la forma de una perniciosa industrialización de la visión.” (Virilio 119)

Es común llegar a un restaurante a comer y encontrarse con televisiones encendidas en todo el establecimiento, en muchas ocasiones con el volumen necesario para escuchar si le pones atención, y para estorbar auditivamente si no le pones atención, esa supuesta cordialidad de los establecimientos es otra forma de contaminar nuestra percepción audiovisual. Sin haberlo pedido somos obligados a ver partidos de fútbol, americano, o siemplemente cualquier canal que sirva como ambientación, a la manera de la música de fondo que llena esos vacíos que tanto miedo le producen al sistema capitalista, la televisión en una taquería o un cafetería hace las veces del comensal que siempre está por llegar.

 

¿Ética, cómo?

 

Tal vez por eso le gustaba la televisión.

Porque podía hacer cambios.

Actuar según su parecer,

estado de humor momentáneo,

incluso según su simple y sencillo antojo.

Juzgar implacablemente de manera sumaria.

Incluso decir a cualquiera lo que pensaba.

(Petrović 161)

En una época en la que consumimos imágenes por donde sea, es difícil notar el entrenamiento que accidentalmente hemos tenido cuando se trata de mirar, y cómo éstas formas de mirar afectan nuestros juicios éticos. Si las imágenes no son inocentes tampoco lo es el acto de mirar, pero tampoco es culpable todo aquél que mira. ¿De qué forma entonces es posible apuntar hacia una ética de la percepción? Virilio lo deja muy claro, la percepción no concierne solamente a la estética sino a la ética.

¿De qué forma nuestra manera de mirar, o el tiempo que le dedicamos a esa mirada está afectando nuestras decisiones tanto individuales como colectivas? “¿Estamos en presencia de un fetichismo de la óptica, o más exactamente de la electroóptica? ¿Debemos apartar nuestra mirada, observar tímidamente de soslayo , evitando la abusiva focalización propuesta? Preguntas todas que no conciernen únicamente a la estética, sino asimismo a la ética de la percepción contemporánea.” (Virilio 120)

La televisión no ofrece solamente la posibilidad de ver el mundo reducido en tiempo y espacio, si no que nos ofrece más sospechosamente, la posibilidad de no ver lo que podríamos ver, más que una televisión encendida y un hombre cambiando los canales sin detenerse a ver ninguno de ellos, habríamos de preguntarnos por la televisión que permanece apagada.

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Andrea Alzati

Obras Citadas 

  1. Virilio Paul. La velocidad de liberación. Argentina. Manantial. 1995. Impreso.
  2. Petrović Goran. Diferencias. 2ª edición. México. Sexto Piso. 2012. Impreso.