Pablo Méndez Merino

El interior raspa a pesar de la humedad. Quizás no es suficientemente grande la cavidad para soportar el tamaño del miembro.  La misma textura de la piel es exfoliante . Un simple error de cálculo, trivial dadas las magnitudes del deseo.

Todavía quedan restos de la nave repartidos alrededor del terreno. Restos que ahora toman la forma de senos, falos y vaginas, retorcidos. Cada sonido que emite el agua parece un gemido . El viento mueve las palmeras en una danza coital.

La imaginación lujuriosa ayuda a perfeccionarlo  el cuerpo desnudo de la sirena,  que está lejos de los estándares de belleza mitológicos. No canta como las demás, si es que existen otras, tampoco sabe nadar.

El único preámbulo es el trazo sobre la arena para marcar los límites, mismo que evoluciona en escultura torpe, pues es importante el volumen  cuando se trata de un cuerpo femenino.  El resto de la tripulación mira a su capitánmientras espera su turno. Hay que apurarse antes de que se erosione. De la boca cansada del pirata, escapa una pregunta sin respuesta ¿Te gustó?