Me puedo imaginar qué pasará si una vez concluida la final cuelgo en mi balcón un mínimo papel que diga: “Sí al etanol” o “Internet para todos”

Un fragmento del primer post que la cubana Yoani Sánchez subió a su blog Generación Y, en abril de 2007. En poco tiempo este espacio cibernético alcanzó gran popularidad no sólo dentro de la isla, sino que cruzó fronteras, obteniendo seguidores y reconocimiento internacional. Rápidamente Yoani se convirtió en la pionera de un movimiento ciudadano sediento de libertad y cambio; un sector de la sociedad que ha ido encontrando formas de luchar en contra de la opresión y el autoritarismo castrista. Y aunque a partir de entonces entró en la lista de personas indeseadas a quien el gobierno ha bloqueado y le sigue sus pasos, ella no se arrepiente ni se rinde, pues cree en su gente, en esa comunidad de bloguers y tuiteros dentro de una Cuba que poco a poco se abre al mundo y va entonando una voz cada vez más fuerte.

Letras y fotos por Regina Rivero Borrell M.

Antes de partir rumbo a La Habana leí el timeline de Twitter de la famosa bloguera y tuitera Yoani Sánchez y me encontré con este tuit: “Huracan #Sandy demoro 5 horas en atravesar el oriente de #Cuba , #RaulCastro ha tardado 72 horas en llegar hasta alla #SolidaridadconOriente” (así, con todo y faltas de ortografía, ya que un mensaje con acentos cuesta el doble). Sin duda, se trataba de un grito de auxilio. La amiga con la que viajaría, Elena, había conseguido una gran donación de víveres para llevar a la isla en desgracia, y decidí enviarle un mail a Yoani preguntando cómo podíamos hacer llegar la ayuda. De inmediato respondió y me pidió que en cuanto llegara a La Habana le enviara un SMS con la frase “te traje la revista que me pediste”, pues aunque no estábamos haciendo nada ilegal, tenía que haber una especie de código secreto ya que nunca se sabe quién espía sus diversas formas de comunicación con el exterior.

Llegando a Cuba mandé aquel mensaje y me respondió de inmediato. Quedamos de vernos en la entrada del emblemático edificio Bacardí, en la Habana Vieja. A 20 metros de distancia logré reconocerla. Las manos me temblaban de la emoción y el calor del ambiente no ayudaba en lo absoluto. Nos acercamos y en cuanto la llamé me saludó con un beso y un abrazo, como si fuéramos viejas conocidas. En ese momento supe que el gran temor que habíamos tenido al cruzar la aduana cubana con nuestro cargamento había valido la pena.

Yoani venía acompañada de su esposo Reinaldo Escobar, un destacado periodista independiente, y otro amigo y bloguer, Agustín López. Fuimos todos en su pequeño automóvil ruso hasta la casa particular donde nos estábamos hospedando y recogimos la gran maleta repleta de víveres que habíamos traído desde México. Ellos iban directo a uno de los centros de acopio para dejar lo último que habían recibido, antes de que el cargamento saliera rumbo a Santiago de Cuba. Nos ofrecieron un aventón a algún lugar, y puesto que la zona de Miramar les quedaba de paso, accedimos sin dudar.

Fue un trayecto estupendo por la Avenida del Puerto. Un lindo atardecer al lado de tres personas que con gran gusto y simpatía nos platicaron un poco de la situación actual del país. Empezaron hablando sobre el paso del huracán Sandy, el cual había terminado con casas y comunidades enteras al oriente de la isla. Gracias a la comunicación entre bloguers y diferentes grupos de la sociedad civil se habían organizado diversos centros de acopio en la ciudad. Era conmovedor escuchar que muchas personas habían donado parte de sus racionados productos básicos a quienes lo habían perdido casi todo, y que al final del día se había logrado juntar más de una tonelada de ayuda.

Nos platicaron mucho acerca de esa gran red de periodistas, escritores y disidentes cubanos, quienes apoyados por la tecnología y el Internet, han logrado expresar más libremente sus opiniones, quejas y peticiones, y que por lo mismo han entrado a esa las listas del gobierno de “mal portados”. Pero ellos no paran; han sabido utilizar diferentes mecanismos para brincar las barreras que les pone el gobierno; mandan mensajes entre ellos, suben posts continuamente en sus blogs personales y muchos tuitean a diario enviando SMS a un alto costo desde sus celulares, todo gracias al apoyo financiero que reciben por parte de amigos o simpatizantes del exterior. Y sí, muchas veces se meten en problemas, sobre todo Yoani, a quien dos semanas antes habían detenido injustamente. Pero como ella bien lo menciona en su blog, “si en marzo de 2008 Raúl Castro hubiera imaginado el papel que jugaría la telefonía móvil en la incipiente sociedad civil cubana, probablemente nunca hubiera liberado su uso. […] En este tiempo, la posibilidad de enviar y recibir mensajes de texto ha potenciado el contacto entre ciudadanos, el intercambio de noticias y la invaluable posibilidad de publicar en Twitter sin acceso a Internet.”

Conversamos también acerca del gobierno y los Castro, del carismático y moribundo Fidel, y el echado a menos y pragmático Raúl. De cómo el país ya no puede sobrevivir mucho tiempo más bajo ese régimen, con una economía cada vez peor, una corrupción en todos los niveles del gobierno y una sociedad olvidada que sobrevive con un confuso sistema obsoleto de doble moneda, que los obliga a buscar un segundo empleo para poder costear una mejor calidad de vida. Nos contaron también acerca de la incipiente inversión extranjera, hecha a un lado por el propio gobierno que cobra caro y exige mucho, y el gran despido de recursos que sufren estas empresas. “Un chef, por ejemplo, al que el inversionista puede estar pagando 1000 euros al mes, y el Estado cubano le paga a ese hombre 500 pesos cubanos (15 euros aprox.); entonces, para que ese chef esté un poco contento y trabaje bien, y no tenga que robarse el aceite de la cocina para llevárselo a su casa, el extranjero tiene que darle un estímulo por debajo de la mesa”. Historias como ésta, y muchas más…

En los tiempos en que Yoani aun no era seguida por reporteros y espías, se dedicaba a ser guía de La Habana, y por ello, mientras el coche avanzaba, los comentarios políticos y económicos venían acompañados de datos históricos sobre la vida en los diferentes barrios de la ciudad: la Habana Vieja, plagada de edificios abandonados por miedo a venirse abajo con todo y la estructura, y con gran hacinamiento en donde “si ves una casa destruida, dices, ahí vive gente”. En cambio, por otro lado de la ciudad, dice, “está la 5ta avenida, que es como el toque de la cereza en este pastel hermosísimo que es Miramar. Es un lugar que a ambos lados tiene grandísimas mansiones que antes pertenecían a lo que era la alta burguesía cubana y que ahora la mayoría son instituciones o embajadas”.

Hicimos una breve parada, no supe bien el motivo, pero bajamos a ver la hermosa Habana Vieja desde la lejanía. Yoani nos platicó de su hijo de 17 años quien está por terminar el preuniversitario y pronto irá al servicio militar obligatorio. Al parecer le gustaría estudiar historia o literatura; algo tenía que sacar de su madre, esa mujer que ha luchado por contar la historia de los suyos, que escribe del pasado y del futuro, que vive con una libertad, que aunque restringida, es deseada por muchos. Es ella misma jefa y editora, la dueña de su voz y su propia gobernante.

Retomamos el camino y la plática siguió, y unas cuadras más adelante, en la esquina de la 5ª Avenida y la calle 62, el coche paró. Habíamos llegado a nuestro destino. Ante nosotros estaba la embajada de la ex Unión Soviética, ese excéntrico edificio que Yoani dice “parece una Excalibur clavada –sin piedad arquitectónica- en el pecho de La Habana”. Nos despedimos emocionadas, con la esperanza de volver a encontrarnos a aquellas grandes personas y con la promesa de que contaría esta historia para contribuir con ese gran coro de cubanos que piden a diario más democracia, más Internet para todos y más libertad.