Cientos de años atrás, mucho antes de que los hombres blancos vinieran a estas tierras, las llanuras y desiertos pertenecían a los apaches mescaleros…la naturaleza explicaba todo lo que ocurría en la vida de los apaches. En este mundo de luz de vida hay felicidad, un mundo de paz y armonía.[1]

El suroeste americano es árido y caliente en el verano, templado en el invierno; es un lugar plagado de historia, leyendas y mitos en torno a sus paisajes, su flora y fauna -y claro, a todos aquellos que han poblado sus tierras. Apaches, comanches y navajos, españoles, franceses e ingleses; texanos, americanos, mexicanos, latinos y migrantes del mundo; miles han pasado por estas tierras y se han encantado con su hermosura y misticismo; estas tierras que alguna vez fueron llamadas, no en balde, Oasisamérica. 

En 2006 Rob Lowe y Michael Muller iniciaron Balmorhea, un proyecto musical basado en Austin, Texas, el cual, sin duda, fue influenciado por aquello que sucede en los maravillosos lugares del sureste americano, como el pequeño poblado de Balmorhea (pronunciado Bal-mor-ey) en el sur texano. Con un piano y un par de guitarras concibieron sus primeras melodías acústicas, llenas de emociones y mensajes, que no por el hecho de carecer de palabras, faltaban de significado. Con un álbum por año, Muller y Lowe decidieron ir agregando nuevos sonidos y con ello, varios integrantes e instrumentos se fueron uniendo a la banda. Así pues, lograron componer música con guitarras, piano, violines, cello, bajos, batería, y en ocasiones con el banjo y la melódica. La inspiración, al parecer, ha sido muy bien aprovechada a lo largo de los años, ya que desde su formación la banda ha producido seis discos completos, y un EP en vivo. Algo que vemos en pocas ocasiones y que podremos confirmar en su próxima visita a México, el 6 de junio.

La música de Balmorhea es ese tipo de música que te cautiva, que te emociona y que te transporta a lugares escondidos de la memoria que de vez en cuando aparecen al probar una galleta o al oler una habitación que te recuerdan a algún momento específico de la infancia o a alguna persona del pasado. Un poquito de folk, otro poquito de música clásica, una pisca de rock y sonidos étnicos. Esta banda no se caracteriza por pertenecer a un solo género. De vez en cuando se escuchan voces lejanas, pero nunca palabras. Tal vez sean los títulos las que nos den una pista sobre lo que cada una de estas piezas quiere transmitir. Sus canciones transforman la lluvia, el viento, el mar y los ríos en sonidos y melodías armoniosas; recuerdan con nostálgicos acordes a los primeros pobladores, los peregrinos y a los colonos que alguna vez ahí vivieron; y le componen a esos paisajes que tienen ante ellos, a sus veranos e inviernos; celebran sus días y noches con aplausos y gritos de júbilo, y así van creando un ambiente idóneo para divisar y venerar todos aquellos elementos que los rodean. Es todo silencioso y placentero donde cada nota transforma a esta salvaje música del oeste sureño.

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La Rech

 

[1] Mescalero Apache. Inn of the Mountain Gods.