Después nos detendremos. Después. Lo que tenemos que hacer por lo pronto es esfuerzo tras esfuerzo para ir de prisa detrás de tantos de nosotros y delante de otros muchos. De eso se trata. Ya descansaremos bien a bien cuando estemos muertos.

TALPA

En ocasiones la realidad carece de sentido. Para comprenderla uno busca en la memoria, donde no existe el tiempo, y encuentra respuestas en el recuerdo de la infancia, cuando todo parecía tener una magia que nos permitía explicarnos en el mundo sin comprender poco más que su belleza.

Existe en la literatura mexicana un escritor, que a mi parecer, logra recrear esa magia que el mundo tiene y a la que se puede encontrar siempre que nos detengamos un momento en el paso del tiempo para pensar la magnificencia que aún existe, pero que tendemos a olvidar por el acelerado desarrollo de nuestra modernidad.

En 1953 se publicó El Llano en Llamas, escrito por Juan Rulfo, que nació en Sayula, Jalisco en 1917. Lo conforman dieciséis cuentos de breve extensión que desde el primer párrafo nos vuelven partícipes de su historia. Son reflejos del profundo conocimiento que Rulfo tenía sobre la historia, antropología, geografía y cultura mexicana. Aunque su calidad como escritor merece un artículo de alguien con más capacidades que quien escribe estas líneas, hago un intento porque usted, cuando termine de leer, acuda a los cuentos y se honre con su lectura.

 

San Gabriel sale de la niebla húmedo de rocío. Las nubes de la noche durmieron sobre el pueblo buscando el calor de la gente. Ahora está por salir el sol y la niebla se levanta despacio, enrollando su sábana, dejando hebras blancas encima de los tejados.

EN LA MADRUGADA

 

En algunos de los cuentos los personajes viven sus experiencias en parajes remotos que recuerdan a la sierra de Catorce o a las cuencas del Bajío. Desiertos desolados, valles húmedos o caminos encerrados en polvo, donde se tratan historias situadas en tiempos postrevolucionarios cuando los campesinos, que habían dado sus armas a la causa de la Revolución, recibían del gobierno las tierras antes ocupadas por las viejas haciendas y latifundios.

Otros, se desarrollan en pueblos del estado de Jalisco y los personajes reflejan sus tradiciones, oficios y formas de vida. Una pareja de peregrinos que van hasta el pueblo de Talpa para que la Virgen alivie a un enfermo. Un arriero de vacas al que se le acusa de asesinar a su patrón. Un hombre arrepentido que se lamenta haber matado a más hombres de lo debido. Revolucionarios que descarrilan un tren en Sayula y huyen de los  federales.

Parecieran historias comunes de la realidad histórica en México. Sin embargo, es la forma de narrar de Juan Rulfo lo que lo hace mágico y despierta el alma del mundo. Deja de lado las categorías racionales del lenguaje y borra la realidad objetiva, para recrearla de manera mágica, subjetiva y poética. Las estrellas se escuchan, el cielo se quema, las nubes se alumbran. Las distancias se miden en días, los tamaños en colores, el tiempo en noches, el aire en gotas. Los árboles se llenan de gritos, las barrancas de sueños, los llanos de terror, el aire de muerte. Los humos tienen sabor, el viento color, los olores se sienten, los silencios se observan.

 

Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después; que no se podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.

NOS HAN DADO LA TIERRA

 

Algunos de los personajes se encuentran en soledad, perseguidos por sus muertos y fantasmas que desaparecen como si no existieran. Muchas veces están arrepentidos y sus diálogos son un reflejo de sus miserias y sus culpas con su Dios: el salvador de su alma y el amparador de los otros pecadores. Sus historias son de agonía, de sufrimiento y muerte, pero que al estar inmersas en la realidad del lugar, los colores y los sonidos, se desarrollan aquietando el tiempo, que parece no desarrollarse, y la historia se vuelve mágica porque le frena y no sigue su paso.

Y es que allá el tiempo es muy largo. Nadie lleva la cuenta de las horas ni a nadie le preocupa cómo van amontonándose los años. Los días comienzan y se acaban. Luego viene la noche. Solamente el día y la noche hasta el día de la muerte, que para ellos es una esperanza.

LUVINA

 

Los espacios geográficos donde toman lugar algunas de las historias son realidades indefinidas. Lugares de cerros altos, tierras donde crecen espinas o llanos encerrados entre montañas, que nos trasladan, desde un inicio,  a donde el tiempo se funde y corre despacio. Lugares de tierras secas y agrietadas, detalladas con huizaches o yedras, con ramas que rasguñan el aire o milpas marchitas dobladas por ventarrones.

Aparecen animales que añaden un sonido a la imagen. Vacas que suspiran, coyotes que aúllan, tordos que cantan, ladridos de perros que llenan el aire, parvadas de chachalacas que graznan o chicharras que rechinan. La tierra, los animales y plantas son de todos colores: moscas azules, chachalacas verdes, cerros en sombras, serpentinas anaranjadas y amarillas que corren sobre la luz del cielo; la tierra es caliente, la luna alumbra los charcos y los tejados, el agua es verde, las ranas cantan, la realidad vive.

Encontrar esta magia es una forma de crear sentido, de explicarnos en el mundo  y de entregarnos en armonía al juego de la vida. Las imágenes se pierden de nuestros ojos si nunca las recreamos.  

-

Diego Puig