Lo primero que leí de Bukowski fue su novela Mujeres. La encontré apilada  en el librero de mi hermano, junto a la mesa a la que siempre nos sentamos, y mentiría si dijera que podría haber imaginado algo parecido a lo que es. El encuentro con un personaje como Henry Chinaski no es, por decirlo así, muy casual.

Cuando la novela se publicó, en 1978, Bukowksi tenía 58 años. Para ese entonces, la fama le había ayudado a dejar atrás los días de vagabundeo alcohólico por los moteles y departamentos viejos de la ciudad de Los Ángeles. Cada mes recibía de su editor un cheque que le permitía beber whisky en vez de vino barato, comer algo más que plastas fritas de harina y agua, y darse el lujo de viajar en avión a su encuentro con alguna de sus mujeres. El estilo de sus novelas, poemas, cuentos, relatos y columnas de los periódicos era reconocido en gran parte de los Estados Unidos.

La historia trata la vida de Hank, el alter-ego de Bukowski, y su relación con mujeres que quieren conocerlo por admiración a su escritura. Algunas le envían fotos por correo, otras le llaman por teléfono para avisarle de su llegada, otras más le visitan sin avisar y se quedan con él durante algunos días, que los pasan enteros, encerrados, bebiendo y cogiendo.

Él las recibe porque por primera vez, goza los beneficios sexuales de ser escritor. Mientras que antes, cuando era desconocido, había buscado la inspiración con prostitutas gigantes que le habían casi asfixiado hasta la muerte, ahora lo visitaba Tanya, una niña virgen de diecinueve años que quería “liberarse” con él.

A pesar de ser déspota, vulgar y misógino, ellas lo esperan, vuelven a él y se enamoran porque, pese a las infidelidades, los insultos, las borracheras y los maltratos, termina por cautivarlas. Sobre todo, porque ir a verle es asegurarse que escribirá acerca de ellas.

Los conflictos con las mujeres que le idolatran con locura y que también son adictas al sexo, al alcohol, a la marihuana y sobre todo a los problemas y malas relaciones, crean una novela que refleja su vida desde el rechazo y negación a la sociedad. Siempre vivió apartado de ella pero supo por qué, y afortunadamente para nosotros también lo escribió.

Es verdad que Bukowski es un dirty old man de casi sesenta años, cacarizo, gordo y alcohólico, pero sus reflexiones son críticas a los aspectos más cotidianos de la vida social, y que por lo tanto dejan un sentimiento de derrota más sincero.

CB2

 

Desde su rechazo a algo que podría ser evento de todos los días, como una consulta médica o una multa de tránsito,  provoca que nos demos cuenta de lo absurdo que resulta la sociedad, la historia o la vida humana en el mundo,  si por un momento nos imaginamos inmersos y siendo parte de la infinidad de realidades que la conforman. Pensar en los nombres de todas las calles de una ciudad, los recibos de luz que llegan a cada una de las casas de esas calles, las toneladas de papel que se imprimen diariamente en una universidad nacional, todos los comerciales que aparecen en las pantallas de todas las televisiones que se encienden en el mundo, todos los litros de café que se beben en un día, los números de todos los mercados financieros, los más de siete billones de seres humanos que habitamos la tierra. La humanidad supera todos los límites imaginables. El tiempo nos obliga a esperar y en el transcurso nos dedicamos a destruir el mundo.

Éstos son dos poemas que, a mi parecer, expresan que la locura no necesariamente nace del encuentro con algo como la muerte. La locura nace incluso de los aspectos más cotidianos, todo puede volvernos locos: trabajar en un hospital, los días de atraso con la renta, contestar llamadas telefónicas durante ocho horas, el matrimonio, los horarios, el vecino, una oficina burocrática, la alarma de cada mañana o los ladridos de un perro en la madrugada. La estructura social se asienta sobre bases falsas porque no parte de la elección libre. Porque el que se atreve a ser él mismo actúa de forma antisocial y disuelve las bases de la sociedad. Porque la sociedad no enseña que la búsqueda dura toda la vida. Porque todo pensamiento individualista se rechaza y considera anormal. Porque el espíritu de los hombres vive preso del miedo. Y la libertad es la condición natural del alma, pero sólo se puede alcanzar si se rompe con el miedo que encarcela su ser.

 

The Shoelace

 

Dinosauria, we

 

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Diego Puig