Luis Villoro murió el pasado 5 de marzo. Con motivo de su muerte compartimos aquí algo de una lectura a dos de sus libros.

Villoro habla de fomentar una libertad autónoma. Una libertad que cambie el tú debes de la moral pública, por el derecho y el reconocimiento a regir y decidir la propia vida, no por lo que otros dicen o establecen, no por lo que el estado y la sociedad inducen a realizar. Una libertad ética que se logra en la autonomía para actuar conforme a la propia voluntad, dándose a uno mismo las leyes que su propia razón le dicta. Una libertad en la que el sujeto mismo dicte sus leyes y sea él responsable de ellas; las leyes como resultado de la propia acción del sujeto.

El autor reconoce tres tipos de libertad. En un primer sentido, define a la libertad negativa, entendida como poder hacer lo que está a nuestra mano y dentro del marco de la ley. Después está la libertad positiva, que es poder decidir los propios fines y los propios valores. Y por último, Villoro introduce una  libertad de realización. Entendiendo libertad como el poder hacer lo que elijamos sin la interferencia de la acción de otras personas. Y entendiendo libertad de realización como algo indispensable para poder ejecutar y convertir en realidad lo que se ha elegido y decidido. Es generar las condiciones para que lo que una persona elije y decide hacer de su vida pueda efectivamente ejercerse; es generar condiciones mínimas para poder ejecutar lo que se elige. Claramente, es una libertad limitada por ciertas condiciones (uno no puede ejecutar la imaginación de volar), pero ésta es la libertad que permite realmente realizar lo que imaginamos. Porque no poder realizar lo que imaginamos significa que la libertad de realización no existe.

Cuando la incapacidad de realizar algo es consecuencia de las acciones de otros, de la sociedad que todos compartimos, se debe fomentar una nueva otra sociedad. Porque es la sociedad, los otros, quienes no dan la posibilidad de realizar lo que se elige. La sociedad impide la libertad. Existen, por tanto, excluidos de la libertad. Porque en la medida en que no pueden realizar su libertad, están excluidos de ella.

Por otro lado, Villoro hace una crítica al modelo liberal del estado y sus garantes de libertad. Reconoce, sin embargo, aspectos tanto positivos como negativos del modelo de estado liberal. Este modelo de estado se encarga principalmente de garantizar la libertad individual (negativa y positiva) y la participación ciudadana de una u otra forma en la legislación. Es un estado que promueve la participación democrática de todos los ciudadanos, por igual, en la autoría de las leyes. Y es un modelo que ostenta, por tanto, una igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Pero no es una igualdad en términos de condiciones económicas o sociales, sino solamente igualdad de derechos frente a la ley. Todos los individuos tienen los mismos derechos, y por ello, el estado se encarga de reconocerlos a todos iguales.

Para Villoro un estado liberal es, fundamentalmente, tolerante: su fin es garantizar las libertades individuales, y su medio es la tolerancia, la no intervención. Es un estado que se pretende neutro y que debe dejar a la gente conforme a sus fines, “sin meterse” y sin cometer crímenes a cualquiera de las libertades que se le pudieran oponer. Sin embargo, este modelo de estado tiene un lado obscuro, dice Villoro. Es un modelo necesariamente individual; que tolera las opiniones pero también las competencias entre los individuos. Es un modelo de estado que promueve la libertad de competir económicamente en el juego del mercado. Competir en lo profesional por un trabajo, competir en lo político por ganar. Es un modelo de estado que promueve y se nutre de la competencia, enalteciendo el triunfo del más apto; cuando tolera, no lo hace en un sentido contrario al de la competencia. Se toleran las opiniones, pero al otro hay que ganarle. La competencia deriva en exclusión de los que no ganaron, de los no tan capaces. Competir termina en marginar a las competencias, a los no competentes; es la marginación de la competencia inferior y vencida.

Por eso para Villoro la desigualdad y la marginación son elementos esenciales del estado liberal. Es un estado dividido, desigual y excluyente. Las incapacidades y fallas del estado no son resultado de la corrupción, tampoco es que el estado funcione mal; son características inherentes del estado liberal.

Estas características del estado provocan que sea incapaz de establecer bienes comunes para todos, y pierde así la función tradicional de los estados, que es la de mantener unido al tejido social. Toda unión social, dice Villoro, supone un tejido comunitario. Es un tejido en el que los intereses de uno y los intereses del otro cooperan. En el estado liberal, en cambio, no se fomenta la cooperación.

Por todo lo anterior, Villoro propone pensar en otro modelo de estado. Uno que evite estas fallas. No es la destrucción del estado, es evitar esas fallas y pasar a un estado igualitario, que ve por la libertad negativa y positiva, pero también por la libertad de realización. Es un estado que pretende superar e ir más allá del estado liberal. Es pensar en un estado que intervenga políticamente no para eliminar al mercado, sino para evitar o compensar las desigualdades que genera. Es un estado que no excluye ni destruye a los más débiles por la economía. Un estado que logre la libertad de realización, ejecutando medidas positivas que compensen las desigualdades, realizando políticas sociales. Un estado con voluntad política, no excluyente, que fomente la cooperación, que organice democráticamente a quienes tienen interés y derecho de no ser excluidos; que fomente una libertad igualitaria, una libertad de realización. Para Villoro, son los grupos excluidos los que pueden cambiar la situación. (Villoro, 2001, p.100)

El que propone Villoro no es un modelo de estado que promueva la igualdad ante la ley; es en cambio un estado que borra las desigualdades reales producto de diferentes condiciones sociales, económicas, políticas, de los distintos grupos o clases de ciudadanos. Va más allá de la igualdad jurídica frente a la ley; el objetivo es lograr la libertad de realización.

Fomentar una democracia fundada en esa libertad. Democracia como sistema en el cual el individuo no sólo acata las leyes de otros, no sólo tiene libertad en su vida privada dentro del margen determinado por la ley, sino que además participa auténticamente en la elaboración de las leyes. Una democracia en la que el sujeto ejerza su libertad no sólo dentro el marco regulatorio de la ley, sino en la elaboración de dichos límites.

Es un modelo igualitario, que pretende respetar la igualdad de realización de todos los miembros de la asociación. Y para que cualquier persona pueda realizar siquiera algo de su libertad de realización necesita de condiciones culturales. Las condiciones culturales ofrecen al individuo que está inserto en ellas un número de alternativas o programas de vida. Así, es fundamental que se respeten las formas culturales de los países, porque en todo país multicultural permitir que se realice la libertad de realización es respetar el ámbito cultural en cuestión. Dice Villoro: “el derecho de los pueblos a que sean respetadas sus culturas y la aceptación de un estado multicultural que brinde iguales oportunidades a todos los pueblos que pertenecen e integran la nación, permite la libertad de realización.” (Villoro, 2001, p. 115).

Es un modelo de estado que promueve la igualdad de oportunidades y rechaza toda exclusión. Es un modelo igualitario que tiene como fin último (hoy, desgraciadamente, todavía un fin utópico) conseguir formas de asociación para la comunidad y realizar así una asociación para la libertad de la comunidad.

Por otra parte, Villoro considera que hay una contradicción entre el modelo teórico del estado y las realidades sociales. Porque se concibe que la sociedad es una suma de individuos, y se ignora que en realidad se trata de una complejidad de grupos. Se piensa que la sociedad es resultado de salir de la naturaleza para entrar en una nueva realidad política, y por tanto no parte de las pluralidades históricas o las distintas comunidades sociales, sino de esta realidad inédita que todos los individuos comparten en igualdad: ser ciudadanos.

El estado liberal regula con un marco jurídico que homogeneiza a la heterogeneidad de la sociedad real. A través de una legislación general, que promueve un poder único, con una administración total, compuesta por ciudadanos, el estado civil se encarga de ignorar y de borrar las particularidades de los rasgos biológicos, étnicos, sociales o regionales; se encarga de abstraer las diferencias.

Se piensa que todos los sujetos son iguales porque son ciudadanos; es un estado que se concibe compuesto por un conglomerado homogéneo de ciudadanos; y que mientras más homogeneiza, más crece, más se desarrolla, más se moderniza. El capitalismo fomenta una homogenización de las diferencias porque este proceso es un necesidad mercantil; de ahí el hecho de que impere una única moneda, de uniformar los pesos, las medias, las comunicaciones, los intercambios, las propiedades, etc.

Así, Villoro reconoce que se trata de una homogeneización cultural. Se homogeniza y se uniforma el mercado, la lengua, las relaciones administrativas y comerciales, la educación. Una homogenización cultural se traduce en un dominio político, y en la creación de una cultura de nación hegemónica. Por eso Villoro dice que la constitución de un estado nación puede ser vista como un proceso de uniformidad cultural y de dominio político, para lograr homogeneizar a una pluralidad de grupos sociales, de comunidades históricas, de etnias, de naciones, y lograr la constitución uniforme de un país, con un territorio delimitado por fronteras, en el que impera un modo de producción económico impulsado por el mercado y el capital.

Villoro entiende por ideología al conjunto de creencias, insuficientemente justificadas, comunes a un grupo social, para afianzar un poder. De donde se sigue que si se piensa en el nacionalismo como ideología, la problemática aumenta, puesto que una nación no implica necesariamente un estado. El nacionalismo, sin embargo, se ha pretendido como resultado de la modernidad. La tradición del pensamiento occidental ha generado una relación entre el estado y la nación que pareciera imprescindible. Pero es sólo porque el desarrollo del modelo de estado liberal promueve, reproduce y perpetúa el concepto de nación como algo inherente del estado.

Villoro se pregunta qué fue primero si la nación o el estado. La nación se construye a partir de una condición inicial. Y la nación moderna se origina a partir de esta supuesta asociación inédita, resultado de la voluntad del estado. Así, el estado es resultado de un nacionalismo específico, de un proyecto de nación determinado, cuyo dominio político deriva en la consolidación de un grupo, de un orden, de una unidad, que realiza una nueva comunidad cultural. El estado y la nacionalidad permiten al sujeto pertenecer a una comunidad, dan sentido a su vida, le reconocen frente al otro y le comparten una vida colectiva.

El problema se centra en el hecho de que el dominio político ejercido por el estado sobre un grupo social necesariamente lo lleva a excluir lo externo. Se da una pérdida de reconocimiento a los elementos históricos locales y se trata de que todos los miembros del nuevo estado vean su vida personal como algo perteneciente a una misma totalidad.

Así, el estado crea un nuevo orden simbólico, a través del cual los ciudadanos expresan su culto a la nación como realidad proyectada. Se crean nuevos héroes, mitos, ceremonias, que dan constancia de la asociación y que realizan el nuevo orden ciudadano.  Sin embargo, este intento por homogeneizar su interior, dice Villoro, hace que el estado sea excluyente hacia con lo externo, con lo otro, con lo heterogéneo. Y además no sólo lo excluye, sino que lo hace con violencia, sustentado en la acción bélica: guerra a muerte contra el extraño.

El estado fomenta la soberanía popular, a través de la creación de un marco jurídico determinado,  otorgando al conjunto de individuos que lo componen igualdad de derechos. Lo que Villoro critica de la igualdad ante la ley es que las distinciones de los sujetos frente al estado, las particularidades que cada uno pudiera tener, se eliminan. Ya nadie es diferente, todos son iguales ante la ley. Ya no hay criollos ni indios ni mestizos, hay ciudadanos. “Nadie tiene derecho a ser diferente.” La ley uniforma a todos los sujetos y fomenta la desaparición jurídica del indígena. Se crea una patria de ciudadanos iguales ante la ley.

Esto, sin embargo, genera difracciones entre la sociedad real y el modelo de estado pretendido e imaginado por las clases liberales dominantes. No se crea un modelo que responda a las necesidades y a los comportamientos de una gran parte del país. Pero además, no se logra ejercer un dominio, y por tanto tampoco se impone un orden político. El estado se pretende homogeneizante, pero es impotente frente a la heterogeneidad de las comunidades y los pueblos diversos.

Villoro no se declara en contra de la democracia, ni tampoco pretende subvertirla. Lo que propone es que hay que realizarla plenamente. No hay que disolver al estado, hay que transformarlo. No se declara en contra de la modernidad, sino de su injusticia. Hay que aceptar la multiplicidad de las diferentes culturas. Hay que cobrar conciencia del indigenismo y de que los pueblos indígenas tienen derecho a expresar su opinión, a ser respetados y valorados. Frente al estado homogeneizante, Villoro propone el estado plural.

Villoro habla de diseñar un nuevo modelo de estado, que respeta y se adecua a la realidad, que no impone con violencia el esquema de una racionalidad, que respeta las diferencias, que no obliga con una idea de nación, que concibe al progreso como prosperidad y democracia, que fomenta la participación activa de las entidades sociales en un proyecto común de cambio. El estado plural es un cambio radical hacia la democracia. El estado plural no restringe a las naciones de manera aislada, en cambio quiere la toma de decisiones compartidas, la libre decisión nacional y no la imposición de poderes extranjeros o mundiales.

El estado plural hace frente a los poderes fácticos mundiales. Villoro dice que la realidad del poder mundial escapa en gran medida a los estados. Incluso se puede hablar de pérdida de soberanía o poder estatal. La globalización, los poderes de telecomunicaciones, el auge del capital financiero implican la emergencia de nuevos poderes que trascienden estructuras estatales. Por eso el estado plural pretende y apela también por un nuevo poder mundial. No es la desaparición del estado, no es transitar de nuevo los caminos de un pasado sin estado, es la reforma del estado moderno, es cambiar la concepción del estado. Villoro propone ideas para orientar la construcción del nuevo otro estado; ideas que son guías para distribuir de otra manera el poder.

El tránsito hacia el estado plural es un lento proceso de reforma a las instituciones existentes. Un estado plural también responde a la seguridad y al orden, pero no con la imposición de programas, sino con el diálogo, el respeto a las diferencias y la coordinación pacífica. No es un estado que domina, sino que funge como árbitro. Que expresa las necesidades diferenciadas del país real, cuyos individuos cooperan hacia un destino común. Que fomenta la cooperación equitativa entre todos los individuos y las asociaciones que coexisten en un mismo territorio. Un estado que fomenta los valores de la solidaridad, la igualdad de oportunidades, la cooperación entre todos los individuos, las culturas y las comunidades.

Hay que reivindicar el concepto de pueblo y reivindicar la autonomía de los pueblos. No hay que denominar minorías a los grupos sociales pertenecientes a un país. La vía hacia un estado plural es una forma de lucha por una democracia participativa en todos los ámbitos sociales. Democracia participativa para transitar de un estado homogéneo a una forma de estado que sea respetuoso de su diversidad interna. Aprovechando sí algunas de las estructuras de los estados liberales que imperan hoy, pero forjando una patria a partir de un desarrollo armónico de la multiplicidad de variaciones de vida.

Hay que fomentar un nuevo estado cuya soberanía no sea excluyente sino compartida. Un nuevo estado que trate de resolver los problemas de la extinción de la vida en el planeta, la contaminación de la biosfera, la destrucción de la capa de ozono, el efecto invernadero, el crecimiento demográfico, el agotamiento de los recursos naturales. Un nuevo estado que reconozca la diversidad y adecue las divisiones geopolíticas a esa realidad diversa.

BIBLIOGRAFÍA

-       Villoro, Luis, De la libertad a la comunidad, Editorial Planeta, México, 2001, 127 pp.

-       Villoro, Luis, Estado Plural, Pluralidad de culturas, Editorial Paidós, México, 1998, 181 pp.