“Hería su vanidad de príncipe que esa mujer plebeya,

viuda de un vulgar abarrotero, lo rebajara al nivel mismo

del hombre de la calle que cuando se ve en una situación

comprometida en lo primero y en lo único que piensa para

salvarse es en buscarse otro empleo.”

 

México es casi el paraíso, eso ya lo habían leído en otro lugar, si no es en el libro de Luis Spota seguramente fue en el Unedited que Pía Gómez hizo al respecto meses atrás. Y aunque no hayan leído ninguno de los textos anteriores no les puede sorprender que eso se haya dicho alguna vez en la historia, ya que México está a nada, desde siempre, de ser un paraíso.

Si hay algo que me distingue es hacer síntesis poco precisas de las cosas, sacaré adelante elementos que no parecen importantes y los que en teoría deberían destacar los dejo de lado. Esa habilidad es muy útil cuando, como ahora, quiero añadir algo a un trabajo ya hecho. Sí es cierto que Spota se burla y critica a la sociedad burguesa mexicana, tan ligada al gobierno y a los negocios sucios. Pero también da a entender que esos granujas están regados por el mundo, sin importar su nacionalidad. Los hay más descarados que otros y ciertamente hay quienes no se dejan llevar por las situaciones sino por sus principios, sea cual sea su origen.

Es así que el autor nos presenta al príncipe Ugo Conti ¿o debería decir Amadeo Padula? Este impostor se inventa su cargo de nobleza y lo único que necesita para hacerlo efectivo es que la gente que conoce esté dispuesta a creer que ante ellos se encuentra un príncipe. Esta regla aplica para todos en la novela, incluso para el pobre príncipe, que a pesar de ser un descarado es un idiota, como todos los que lo rodean. Basta comportarse como príncipe, como político importante, como hombre de negocios buscado, como dama para que se le tome a uno como tal. Existirán excepciones, porque siempre las hay, pero en general así funciona y eso es lo que nos comunica Spota a través de su relato.

Los farsantes tienen éxito porque hay gente dispuesta a creer en su mentira. Estos impostores triunfan porque en la sociedad se han cultivado una serie de vicios que vulnera a sus miembros. El amor por el dinero, el poder asociado al mismo y al levantamiento del ego. La existencia de la nobleza en tiempos más bien burgueses resulta un problema, los últimos ya no deben defender sus derechos ante los primeros, sin embargo creen que en ellos reside un elemento sustancial que ni todo el dinero del mundo podría comprarles “lo noble”.

En la cita del inicio el príncipe considera trabajar algo denigrante, lo es porque para el burgués es la única forma que existe de hacerse de poder y tener presencia en el mundo, el trabajo (que imagino tiene algo de lo que considera labor Hannah Arendt) no es edificante sin embargo es lo que da sentido a sus vidas en cuanto genere ganancias. Ugo Conti se rodea de personas que hicieron negocios exclusivamente pensando en hacer dinero o de personas ricas que imaginan que con plata se resuelve todo en la vida. Pero hasta el sinvergüenza de Conti sabe que el dinero no lo es todo.

La novela es embriagadora y edificante, muestra el lado oscuro de la naturaleza humana pero también su parte solidaria. Eso de que el hombre es el lobo del hombre es cierto siempre y cuando este sea un idiota (cosa que probablemente Hobbes atribuyó a todos). Ser un idiota es vivir alimentando el ego, considerar lo efímero algo de valor perpetuo, imitar sin saber bien a bien por qué se hace lo que se hace.

Cierto Ugo Conti le escupe a la burocracia inútil en la cara, les deja saber lo ridículos que son. Aunque a decir verdad la gran mayoría no percibe la crítica, como niños pequeños solo ven que han sido burlados y van a llorar en un rincón su desgracia. Este relato electrificante tiene más de un mensaje edificante para el lector, es directo y sincero.

Todos tenemos nuestras vulnerabilidades y aspiraciones estúpidas y al final siempre creemos algo que deseamos creer, la cosa está en notarlo cuando llega el momento de la revelación y no sentarnos a llorar como si nos hubieran quitado un trofeo o un juguete.

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Chloé Nava