Crisis

El presente es un tiempo de crisis donde lo que más escasea son las emociones. Divorciados de nosotros mismos, nos hallamos perdidos en el trajín de la vida cotidiana donde ya nada es nuevo ni original sino simple novedad en un proceso de continuo reciclaje. Obramos de una forma tan mecánica e irreflexiva que pensar en la realización de nuestras propias emociones resulta casi irrisorio. Sentir, cuestionar y hacer crítica han pasado a ocupar una categoría de importancia menor, siendo la exacerbada racionalidad y la prudencia técnica los únicos bienes apreciados. De ahí que nuestras acciones se encuentren limitadas al cumplimiento del fin cotidiano, que no es sino hacer hoy lo mismo que hicimos ayer con vistas a poder repetirlo mañana.

 Ahora bien, siendo la producción artística una actividad que se lleva a cabo dentro del marco de las condiciones antes descritas ¿qué postura debe tomar frente a la presente crisis de emociones? A mi gusto, debe trabajar para revertirla. De tal suerte que logre reconciliar a los sujetos con ellos mismos y les ofrezca mayor movilidad de acción que sólo la monótona repetición de la rutina diaria. Para hacerlo, el arte debe eliminar (aunque sea momentáneamente) el llamado fin cotidiano por medio de una explosión de emociones y sentimientos.

Un arrebato emocional bastará para desviar la atención (los estados mentales) de las personas del cumplimiento del fin cotidiano. Ello por dos razones. La primera es que llenar de improvisto el espacio vacío generado por la necesidad no cubierta de sentir será como interrumpir un estadio de profunda calma con un chispazo de adrenalina. Y el segundo, que se deriva del primero, es que el estado mental producido será contrario al requerido por el fin; a razón de que este último necesita de parsimonia mecánica y los artistas estarán provocando sorpresa e incertidumbre al destruir la rutina diaria.

Eliminar el fin es eliminar el camino a que él conducía. Sin camino, todos los acontecimientos y acciones que en él tenían lugar pierden su dirección unilateral: dejan de dirigirse al cumplimiento del fin para pasar a navegar en un espacio sin margen. Por lo tanto, los sujetos se encontrarán sin rumbo pero con la oportunidad de comenzar el trazo de varios. Cada nuevo rumbo será una exploración de posibilidades desconocidas en cuanto a la forma de relacionarse con los demás y con ellos mismos. O dicho de otro modo, cada nuevo rumbo representará un sinnúmero de posibilidades de acción en múltiples caminos sin dirección.

Y dado que emprender un nuevo rumbo sólo puede efectuarse tras la plena conciencia de la falta de uno, ello colocará a los sujetos en una situación de decisión sobre su presente. Es decir, les hará enfocar su atención en ellos  y en las acciones y decisiones que tomen. Por consiguiente, será el aquí y ahora de los sujetos lo más importante para ellos, a razón de que la emoción les habrá hecho voltear la vista sobre sí mismos y ya no sobre una meta ubicada en el futuro. Meta que había sido impuesta; meta que se logró trascender con un golpe emocional producido por el arte.

Alonso Pi